El racismo es un problema social que normaliza ciertos clichés; por ejemplo, el de que ser “prieto” significa venir de una colonia pobre y no tener estudios. La misma sociedad pide lo que la televisión le vende, por eso los comerciales son de familias felices y blancas, donde “no hay prietos”.
La misma industria fomenta que el ser caucásico es de “gente bien”, y gustan de galanes de telenovela “güeritos” de ojos claros y labios rosas, como Sebastián Rulli o Erick Elías. Esto es una constante racista en el mundo del espectáculo.
Dignificar el color de la piel morena es deshacerse del cliché del narco, cholo y gente de escasos recursos. Se pretende visibilizar la belleza de la piel morena y hacerla digna de cualquier rol, que sea aceptada en cualquier tipo de papel, ya sea de acción, drama o comedia.
Se tiene estereotipada como belleza exótica a la mujer latina, frondosa y sexosa; un prototipo que se debe erradicar también para poder ser tomadas en cuenta en papeles principales, y no solo como “la puta de un narco”. Por ejemplo, el tono de piel de Martha Higareda le da mayor protagonismo que el de Maya Zapata, a pesar de que ambas son igual de talentosas.
En un país como México, donde más del 70% de la población es morena, esto no debería ser tema; sin embargo, nos aferramos a un ideal de “belleza clara”, como si la paleta de colores estuviera limitada.