Innumerable cantidad de abogados, políticos, contadores, administradores de empresas, y otros títulos más, presumen de todo, hasta de saber hablar correctamente, pero son los primeros en embarrar su ignorancia por donde andan, ya sea con sus palabras o sus acciones.

Se dice que para tonto no se estudia, se nace. Pero pareciera que algunos, a pesar de las maestrías y doctorados universitarios que han obtenido, no menguan su nivel de ignorancia e incultura en muchos campos de la vida. Y ahí radica un enorme problema, más grave de lo que aparenta.

Muchos escuchan el término “mal educado” y piensan en un niño con mala conducta y desobediente. Sin embargo, está mal aplicado ese adjetivo calificativo, pues los buenos modales y la disciplina no se enseñan en la escuela. Ahí solo se da instrucción académica, y no es obligación de los pedagogos el enseñar buena conducta, moral o ética a los niños; eso es obligación de los padres y madres de familia, quienes tienen que hacerlo, si no… ¿para qué los tienen?

Sin embargo, muchos de esos niños crecen y, a pesar de ser adultos que recibieron instrucción académica en distintos niveles, siguen careciendo de un raciocinio con lógica. Son personas sin valores ni virtudes humanas, a pesar de tener títulos académicos muy rimbombantes, siguen siendo unas viles bestias de carga con “chapa de oro”.

Por otro lado, tenemos personas con estudios truncados o que no se titularon por cuestiones laborales, familiares o de salud; pero que sin embargo, tienen un alto grado intelectual que le permite tener pensamientos muy elevados, con gran razón y constatables a toda medida.

A muchos de ellos, al pasar del tiempo, se les termina llamando “profesores”, porque a pesar de carecer de un título oficial poseen gran conocimiento y experiencia en sus oficios, se ganan el respeto de quienes les rodean y aprenden mucho de ellos.

No podemos olvidar la anécdota del Dr. José Eleuterio González, quien vivió en el siglo XIX y la gente de Monterrey llamaba “Dr. Gonzalitos”, esto debido al gran cariño por los amables y eficientes servicios que siempre brindó.

Este gran médico no tenía un título oficial. Cuentan que unos médicos titulados de la ciudad de Saltillo visitaron Monterrey, y al verlo pasar intentaron burlarse de él y le dijeron: “Adiós médico sin título”, a lo que él sabiamente les respondió: “Adiós títulos sin médicos”.

Tenemos grandes periodistas que no tienen un título universitario en periodismo, o que ni siquiera estudiaron la carrera de Ciencias de la Comunicación. Y por el otro lado, tenemos “periodistas” que presumen haber estudiado la carrera en instituciones de renombre, pero que no rebuznan solo “porque no dan el tono”. En el mundo de los medios de comunicación tenemos de todo esto y más.

Hay falsos médicos que presumen de sus terapias o medicinas alternativas por todos los medios posibles, pero no curan nada; y tenemos grandes médicos que, en consultorios pequeños y humildes, han salvado a muchas personas.

Y en la política también se cuecen las habas igual o de peor forma. Innumerable cantidad de abogados, políticos, contadores, administradores de empresas, y otros títulos más, presumen de todo, hasta de saber hablar correctamente, pero son los primeros en embarrar su ignorancia por donde andan, ya sea con sus palabras o sus acciones.

Algo similar a la idiocracia o la oclocracia, en donde políticos tontos son puestos en el gobierno por los votos de gente igual o más tonta que ellos.

Un título universitario solo indica que pasaste los exámenes de una institución académica, no es ninguna garantía de que dicho “profesional” sea realmente funcional en el campo que dice haber hecho su especialidad, solo señala que sí la estudió. Por otro lado, tenemos “profesores” líricos o autodidactas que han hecho grandes avances y con gran valor humano.

El carecer de un título no es algo para presumirse, como lo hacen algunos, eso es de tontos… no puedes presumir de lo que careces. Es algo idiota eso, si lo pensamos un poco. Lo óptimo es que todos, tengan o no tengan títulos, apliquen siempre el conocimiento y las virtudes humanas en todo su esplendor en todo lo que digan o hagan.

Pero defender a quienes carecen de toda virtud, conocimiento o experiencia, solo porque son de un partido político, religión o ideología, es algo totalmente atroz que va en contra de la sociedad.

Y es ahí donde vemos que para ser tonto se nace, se estudia o también se aprende solo imitando a los otros. Ahí se las dejo de tarea.

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