En esta pandemia, varios productos han surgido del ingenio de los mercaderes sin escrúpulos y de las ganas de aprovechar el temor de la gente. Los promotores de estos productos alegan que pueden protegernos “eficientemente” del coronavirus, o incluso, que algunos de ellos pueden llegar a “curar” al terrible SARS-Cov-2.
Pero es muy distinta una función desinfectante a una función antiviral o antibiótica. Un desinfectante, para funcionar y eliminar bacterias, hongos o virus, tiene que estar íntegro, sin haber sido procesado por el organismo. En cambio, un medicamento antibiótico o antiviral está diseñado para funcionar después de haber sido procesado por nuestro organismo.
El verdadero riesgo, como lo dijo el gran Hipócrates, está en la dosis; ya que a concentraciones adecuadas funciona como un excelente desinfectante de las situaciones antes descritas, pero en altas concentraciones se vuelve tóxico y pone en riesgo la salud, e incluso la vida del usuario. En Estados Unidos se tiene registro de madres que dieron a consumir a sus hijos esta sustancia disuelta en agua para “curarlos” de autismo, con muy lamentables consecuencias.
Esta sustancia puede ser muy dañina para el cuerpo humano si se llega a consumir en proporciones altas, al mismo tiempo que también puede ser totalmente inocua e inservible si se disuelve totalmente en agua. En ambos sentidos, no es recomendable su consumo, pues si se hace en alto porcentaje puede dañar muy gravemente al organismo, y si se hace muy diluida no sirve para nada. No hay un punto medio en esta ecuación química con este producto. Por eso, cuando se desinfecta verduras con este compuesto, se recomienda enjuagarlas para eliminar todo rastro químico de ellas.
También existe otro tipo de productos que se promocionan como si pudiera protegernos del coronavirus y otros microbios peligrosos, son las llamadas “tarjetas antivirales”. Según su publicidad, estas tarjetas (que son para traerse colgadas del cuello, como si fuera un gafete) te “deberían de proteger” de virus, hongos y esporas. Estas tarjetas se hicieron muy famosas en Perú, pues decían que eran fabricadas con tecnología japonesa, pero dejan mucho que desear en realidad.
Se supone que estas tarjetas están compuestas de clorito de sodio (hipoclorito de sodio), beta-ciclodextrina, alfa-ciclodextrina, propilenglicol, celulosa de sodio carboximetil, estereato de magnesio, bicarbonato de sodio y ácido cítrico.
Según dice en sus especificaciones técnicas, la tarjeta funciona por medio de la combinación del agua y el dióxido de carbono que se encuentra en el aire, y hace que se produzca una pequeña cantidad de dióxido de cloro, que, como ya dijimos, es un gas, y según esto, así “previene la producción y la reproducción de patógenos que se encuentren a su alcance”. Pero, para empezar, los microbios no “respiran” igual que nosotros, y si liberan ese gas, sería arrastrado por el aire, anulando su efectividad.
No debemos de caer en los engaños de gente que quiere lucrar con el miedo y la desesperación de las personas durante esta pandemia, debemos de reconocer que los productos desinfectantes no pueden cumplir funciones de antibióticos ni de antivirales, pues no están diseñados para funcionar así. Los desinfectantes sólo actúan a nivel superficial, mientras los antibióticos y antivirales funcionan a nivel orgánico y celular.
Ante estos temas, debemos de consultar a profesionales de la salud como médicos especialistas o a químicos farmacobiólogos, y no dejarnos engañar por gente que no sabe nada de biología ni de química.
Tú salud está en tus manos, no la pongas a disposición de farsantes que te quieren vender productos que no sirven y que pueden poner en riesgo tu salud.