En las sombras de las relaciones afectivas, noviazgos, ligues, amigos con derechos, etc., existen ciertas reglas que deberían ser respetadas; sin embargo, no siempre es así, existe un cruel comportamiento que ha tomado relevancia gracias a las redes sociales, el ghosting.
El ghosting es una práctica donde uno de los miembros de la pareja simplemente desaparece sin dejar rastro, sin ninguna explicación. ¿Pero, qué sucede con la persona abandonada? Se queda con esa sensación de extrañeza, de rabia, de baja auto estima, pues la pregunta del “¿por qué?” rondará varias semanas por su cabeza. “¿Por qué los mensajes dejaron de ser respondidos?”, “¿Cómo no note señales?”, “¿Y si las noté las ignoré?”. De pronto, su perfil de Facebook o Instagram desaparece, y de WhatsApp ni hablar, solo huyó.
Sin duda, esta es una fácil forma de terminar una relación evitando el confrontamiento, una cruel, inmadura y maleducada despedida en lugar de decir algo simple, pero difícil a la vez: ¡Ya no te quiero seguir viendo! No importa lo que tenían, novios, ligues o amigos con beneficios, da lo mismo… ¡Te dejaron y ni te avisaron!
Este fenómeno, que en su traducción sería “hacerse el fantasma”, le ha pasado a más de alguno, pero pocos lo admiten. La frustrante sensación que se vive al ver a esa persona en línea y que no te responda aquel mensaje de hace dos semanas, o bien que te haya bloqueado de la noche a la mañana, se traduce en un sentimiento de impotencia, acompañado de una gran duda, la falta de una explicación que nunca llegará.
La responsabilidad afectiva es importante, es cuidar nuestros sentimientos y el del otro, no importa el tipo de relación que se establezca, aun si es o no monógama. Practiquemos el ser emotivamente claros, para evitar convertirnos en fantasmas del desamor.