Este fin de semana se estrenó en los cines la comedia mexicana Malacopa (2018), una versión de la clásica premisa de El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde, pero en copas de amargo licor.
Nos cuenta la historia de Mateo (Luis Arrieta), un tímido arquitecto a quien su padre, Don Ernesto (Alfonso Arau), bebedor, alegre y extrovertido, le hereda una curiosa licorera (“pachita”). Pronto se da cuenta que, cada que bebe un sorbo de esta ánfora, aparece su alter-ego (Luis Ernesto Franco) de personalidad fiestera e irreverente para resolver sus situaciones “importantes” o de peligro.
Fuera de esta premisa, Malacopa no explica más allá. Nunca se conoce el origen de alter-ego en el inconsciente de Mateo, ni el origen de la “pachita mágica”.
La historia presenta buenos momentos, pero intermitentes. El papel interpretado por Luis Ernesto Franco lleva en sus hombros el peso de toda la película. Como la premisa lo indica, en torno a su aparición giran todas las bromas, las situaciones divertidas y permite que avance la trama.
La misma timidez de Mateo, lo convierte en un personaje gris y amarrado a esta característica. Un ejemplo de ello es que el triángulo amoroso planteado en el guion no llega a tener la fuerza necesaria en la pantalla.
El final de Malacopa pudo ser mejor ejecutado, asimismo, se pudieron corregir varios huecos en la trama. Pero aun así, la película no se derrumba y consigue provocar risas en la audiencia.
Una producción entretenida que cumple con su objetivo, recomendable para pasar el rato con una historia que, si bien queda corta por momentos, es un loable esfuerzo por darle al cine mexicano historias diferentes.
Malacopa es dirigida por Armando Casas, basada en una historia de Herminio Ciscomani y actuada por Alfonso Arau, Hector Kotsifakis, Luis Ernesto Franco, Danna Garcia, Luis Arrieta, Leonardo de Lozanne y Tamara Mazarraza.