Una semana trágica para la ciudad de Monterrey. La muerte de dos ciclistas desató opiniones divididas entre la sociedad neoleonesa.
Dos mujeres que fueron víctimas de la pésima cultura vial y la mala distribución de las arterias. Monterrey es ejemplo de modernismo e industria, sin embargo, estamos a años luz del respeto y cultura vial de metrópolis como Londres o Nueva York. Dos ciclistas perdieron la vida a causa de la falta de ciclopistas y el poco respeto por parte del automovilista.
El primer caso fue el de la activista Karina Cárdenas, quien murió al esquivar un automóvil y caer al vacío desde el paso a desnivel de Rangel Frías hacía Paseo de los Leones. Este accidente se pudo evitar con reglamentos efectivos, señalamientos, pero, sobre todo, exigiendo a nuestros gobernantes una infraestructura adecuada para el tránsito de bicicletas.
El segundo caso es el de Cristina Serna, quien venía de rodar en el Parque La Huasteca e ignoraba que este sería su último recorrido. Una camioneta, a exceso de velocidad, la impactó por atrás. Poco importó que Cristina tuviera encendidas sus luces y viajara con el equipo adecuado; el conductor no redujo su velocidad y la arrolló para después huir… como si la vida de Cristina no importara.
Las grandes ciudades se deberían caracterizar por ofrecer una excelente calidad de vida y de movilidad a sus habitantes, y esto incluye a los ciclistas. Pero para alcanzar esto se debe trabajar codo a codo, despertando la empatía del otro… la amabilidad. Es obligación de todos hacer valer cada centavo de nuestros impuestos para garantizar nuestra propia movilidad.