La libertad de culto de unos termina donde comienza la libertad de expresión de todos los demás. Por eso hoy se sabe que la herejía y la blasfemia son derechos humanos, porque representan a la libertad de expresión y a la libertad de pensamiento de todos los demás.
Como ya lo hemos explicado, no se respeta a las creencias, ni a la fe, porque no tienen honor, ni dignidad, sólo las personas son dignas de respeto. Y si las creencias pueden ser «vulneradas» por los actos y dichos de otros, eso significa que esas creencias son endebles y frágiles, por lo que no vale la pena seguirlas.
El debate sobre la libertad de culto y la libertad de expresión es fundamental en cualquier sociedad democrática y pluralista. Por eso son necesarios los encuentros interreligiosos y ecuménicos, para encontrar puntos de unión, no de distanciamiento, entras las distintas ideologías espirituales.
El derecho a profesar y practicar una religión debe de coexistir con el derecho a expresar opiniones y críticas contrarias libremente. Históricamente, la herejía y la blasfemia fueron consideradas como “delitos graves” en muchas sociedades oscurantistas, y eran castigadas severamente debido a la supuesta amenaza a la cohesión social y religiosa.
Sin embargo, en el presente, estos conceptos han evolucionado, igual que la sociedad, hasta hoy ser vistos como derechos fundamentales. La herejía, entendida como la disidencia respecto a creencias establecidas, y la blasfemia, que implica la crítica irreverente hacia lo sagrado, ahora son reconocidas como expresiones auténticamente legítimas de la libertad de pensamiento y de expresión.
Lamentablemente existen grupos político-religiosos que desean imponer sus ideologías de odio que desean imponer una nueva Era Oscurantista, donde las creencias religiosas sean las que dicten las leyes, limitando y restringiendo las libertades y los derechos humanos.
Es esencial distinguir entre respetar a las personas y respetar las creencias religiosas. Las personas merecen respeto inherente por su dignidad y autonomía, independientemente de sus creencias. Sin embargo, las creencias religiosas no son entidades autónomas con derechos propios; son ideas y conceptos que pueden ser debatidos, criticados, cuestionados y hasta refutados en una sociedad libre y abierta.
El argumento de que las creencias religiosas deben ser protegidas de cualquier crítica o cuestionamiento implica una visión de estas como frágiles y endebles. Pero precisamente porque las creencias forman parte del dominio de las ideas, están sujetas a debate y crítica como cualquier otra idea o concepto en el ámbito público.
La fortaleza de una sociedad democrática radica en su capacidad para tolerar y manejar el conflicto de ideas, incluidas las religiosas. Esto implica no solo el respeto a la diversidad de creencias, sino también el derecho a la libertad de expresión, que permite la discusión abierta y el intercambio de puntos de vista divergentes.
Aunque no le guste a algunos, la herejía y la blasfemia hoy son derechos humanos protegidos por leyes internacionales, por lo que todos debemos de proteger la libertad de expresión y de pensamiento, en todas sus manifestaciones. Sean favorables o no a una fe determinada.
Respetar a las personas implica reconocer su dignidad intrínseca, mientras que la crítica a las creencias religiosas no debe ser vista como una afrenta personal, sino como parte del natural debate intelectual por la búsqueda de la verdad en una sociedad libre y pluralista.
Ahí se las dejo de tarea.
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