En toda la historia de la humanidad, que ya son unos 165,000 años, las creencias o la «fe» de las personas siempre ha sido utilizada como herramienta de dominio o sujeción por parte de líderes político-religiosos. Nunca han podido mover una sola montaña, pero sí han generado varios movimientos, no todos con buenos fines.
Esa fe también se utiliza para ensalzar fraudes y charlatanería relacionada a ellos, aprovechándose de la inocencia y desesperación de la gente que busca alguna respuesta o solución a los problemas que les aquejan en el día a día. En prácticamente todas las ramificaciones del cristianismo se ve esto a nivel mundial, desde los «pastores» que «derriban» feligreses con movimientos de sus manos, hasta los que venden amuletos de sanación que (dicen) son para protección de la magia negra o brujerías.
En esta época de pandemia, la crisis socio-económica se suma a la crisis existencial que muchas personas viven todos los días, al vivir en el desamparo de la sociedad, del gobierno y de la iglesia o culto en turno que debería de apoyar a los pobres. Los «ancianos», pastores, reverendos y sacerdotes son muy buenos para pedir diezmos, limosnas y «cooperaciones voluntarias», pero no son buenos para ayudar a la sociedad con ese mismo fervor con el que piden recursos.
Por eso, ahora buscan ganar espacios en los distintos medios de comunicación, porque se les está acabando el teatro. Se está descubriendo que su culto tan sólo es una simple ideología, no va más allá de eso y así debe de ser tratada, como una simple ideología sin mayor poder que el que le da quien cree en ella, pero hasta ahí y nada más. Sin derecho a juzgar o a condenar a nadie por no tener su misma ideología, pues en este mundo, toda religión es lo mismo que otra, una simple ideología que necesita que alguien se la crea para seguir existiendo.
Si tus creencias te enseñan a odiar y a despreciar a los que no cuadren con una ideología en particular, entonces deja esas creencias. Si tus creencias te señalan cometer actos que ponen en riesgo tu salud o integridad física, o la de otros, entonces deja esas creencias.
Las creencias son cadenas mentales que pueden hacerte muy pesada la vida a ti y a otros. Y eso no es bueno, ni justo. Tus creencias no te dan ningún derecho ni autoridad para intentar imponerlas sobre otros. Si la gente de pensamiento libre rechaza tus ideas porque les parecen ilógicas o irracionales, ¿será que tienen razón? ¿Tienes el valor y la virtud suficiente para cuestionar tus ideas y constatar si son erróneas?
Si quieres ser un ejemplo de esperanza, paz y amor, entonces compórtate de acuerdo a esos valores, no quieras ser juez y verdugo de quienes no sigan tus ideas, pues no se puede ser pastor y carnicero al mismo tiempo. Las ovejas terminarán por dejarte.