Desde el año 2014 Venezuela exhibe no sólo la inflación más alta de su historia, sino la más elevada del planeta, causando un dramático deterioro en la calidad de vida de los venezolanos.

En una investigación publicada en el portal Bloomberg se narra la historia de Pablo Ruiz, un hombre de 55 años quien trabaja en una refinería en decadencia en Puerto La Cruz, su salario semanal es de 110,000 bolívares -unos 50 centavos al cambio del mercado negro- lo que le alcanza para comprar menos de un kilo de harina de maíz o arroz.

Siendo su única proteína los 170 gramos de atún enlatado que incluye una caja de alimentos que el gobierno proporciona a familias de bajos ingresos, que les entregan cada 45 días aproximadamente. El hombre no prueba carne desde hace dos meses, y esto debido a que el dinero no le alcanza, una estampa fiel de lo que muchos venezolanos viven en su país.

Venezuela se encuentra en un círculo vicioso, ya que como resultado del bajo empleo y la poca remuneración, más de la mitad de los venezolanos pasaron a vivir en pobreza extrema y como resultado han perdido unos 11 kilos de peso en el 2017, (según datos de la Encuesta sobre Condiciones de Vida), lo que impacta en un mediocre desempeño laboral, y en este caso el deterioro de la industria petrolera.

Petróleos de Venezuela SA (PDVSA), la petrolera estatal y el eje económico, al momento ha caído en el caos a medida que los líderes llevaban a las empresas hacia una épica corrupción.

La producción cayó a la mitad en los últimos 16 años, y la producción diaria cayó a 1,77 millones de barriles en enero desde un máximo de 3,34 millones en 2001.

El hambre está acelerando la ruina de la industria petrolera venezolana a medida que los trabajadores, que deben realizar trabajo pesado, se vuelven demasiado débiles y hambrientos. El ausentismo y las dimisiones masivas significan que quedan pocos para producir el petróleo que mantiene funcionando la economía que cada día se aproxima más al abismo.

La región de Puerto La Cruz y sus puertos, producen alrededor del 89 por ciento de las exportaciones petroleras venezolanas, según datos de seguimiento de embarcaciones compilados por Bloomberg. Cerca de 42.000 trabajadores trabajan en las instalaciones de PDVSA allí, procesando crudo extraído de las llanuras de la cuenca del Orinoco.

Durante décadas, PDVSA fue un trabajo soñado en un petro-estado socialista. La compañía les proporcionó a los trabajadores no sólo un buen sustento, sino también cafeterías que servían almuerzos, ahora las cafeterías están limpias. Algunos emigran y otros aguantan todo lo que pueden.

Bloomberg en su artículo detalla que los raquíticos salarios por la hiperinflación obligan a los trabajadores a quedarse en las instalaciones para obtener alimentos. Algunos cambian de ropa para comer dos veces, o aparecen en sus días libres, otros comenzaron a traer a sus hijos, y cuando las cafeterías dejaron de entregar comida para el mes de diciembre, estallaron las protestas. Una multitud de hombres enojados se reunieron en la sede de Puerta La Cruz de PDVSA gritando “Nuestras familias están muriendo”.

“Hace unas semanas, casi se lanzaron golpes en la línea de alimentos, cuando los trabajadores se dieron cuenta de que quedaba poco”, dijo Leonardo Ugarte, trabajador de Petrocedeno, una empresa conjunta entre PDVSA, la francesa Total y la noruega Statoil.

Ante la posibilidad de disturbios, PDVSA a comenzado a enviar a los trabajadores a casa cuando escasean los alimentos.

La Dra. Marianella Herrera , directora del departamento de salud y desarrollo de la Universidad Central de Venezuela, dijo que las autoridades de salud locales recomiendan consumir 2,300 calorías por día.

Desde 2015, cuando comenzó a sentirse realmente el colapso de la economía, los investigadores descubrieron que algunos residentes rurales consumían unas 400 calorías al día, dijo, una dieta “anémica” de granos, arroz y tubérculos.

John Hoddinott, profesor de Economía Aplicada de la Universidad de Cornell y científico nutricional, dijo que las personas que realizan trabajos extenuantes necesitan al menos 3.600 calorías al día. Cuando obtienen menos, al principio simplemente pierden peso. Entonces, el letargo se establece.

“Simplemente no pueden trabajar tan duro”, dijo. “Es un proceso gradual, pero a largo plazo puede tener consecuencias muy dramáticas”.

Sentado en la sala de estar de su casa, en su día libre, Endy Torres dice que ha perdido 15 kilos en los últimos 18 meses. Muestra su foto de identificación de PDVSA como prueba: un hombre con mejillas regordetas, que pesaba 80 kilos.

Hace diez años, se unió a la compañía esperando un salario amplio y una pensión confortable. Hoy, sus 700.000 bolívares por mes, más un bono de comida de 1.6 millones de bolívares (aproximadamente 9,50 dólares en total) no pueden llenar el refrigerador en la casa de su abuela, donde vive.

Cerca de 10 personas de su departamento renunciaron en enero. Hay 263 operadores de planta restantes y 180 vacantes en la refinería de Puerto La Cruz, dijo.

El ausentismo laboral a obligado a aquellos que sí se presentan a trabajar horas extras y quemar calorías de más, causando un agotamiento mayor, aunado a la falta de inversión en equipos y mantenimiento, esto incrementa las fallas técnicas, y con ello un alza en los accidentes.

 

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