El clásico regio nos regaló una noche de emociones intensas, como hacía mucho no se vivía. Monterrey venció a Tigres por 4-2, en un duelo que dejó huella tanto en la cancha como en las tribunas. Pero más allá de los goles, las polémicas y los conatos de bronca, hay algo más profundo que merece nuestra atención: el «Efecto Fimbres».
Muchos se centran en los nombres de siempre, en los jugadores consagrados, pero fue un joven de 19 años, Iker Fimbres, quien robó los reflectores. Y aunque hoy celebramos sus gambetas y su capacidad para generar peligro, el verdadero impacto de su actuación apenas empieza a asomarse en el horizonte. Fimbres no solo marcó diferencias en la cancha, sino que expuso de manera cruda lo que está mal en Tigres.
Un Clásico que dejó más dudas que certezas
El marcador final podría haber sido engañoso para algunos. Claro, Tigres anotó dos goles, pero la realidad es que Monterrey les dio un auténtico baile. Fimbres se paseó por el mediocampo felino como si fuera su patio de juegos, mientras los veteranos de Tigres, que antaño brillaban en estos escenarios, parecían desorientados, sin respuestas claras. ¿Dónde están los héroes del Volcán?
Pero lo que más preocupa no es la derrota en sí. Después de todo, es fútbol, y perder es parte del juego. Lo alarmante es cómo Tigres se está desmoronando desde adentro. El equipo no está jugando bien. Lo hemos visto en jornadas anteriores, y el clásico solo vino a confirmarlo: un fútbol plano, sin chispa, carente de ideas. Los errores tácticos de Paunović son cada vez más evidentes, y la afición no tarda en pedir respuestas.
¿Qué significa el Efecto Fimbres?
El joven mediocampista de Monterrey no solo anotó un gol, sino que se convirtió en el símbolo de lo que Tigres está perdiendo: frescura, audacia, hambre de victoria. Cada vez que Fimbres tocaba el balón, la defensa de Tigres titubeaba, y eso dice mucho. Tigres no solo perdió un clásico, perdió su identidad. Esa garra que los había caracterizado en años anteriores parece haberse esfumado, y el técnico Paunović no ha sabido cómo recuperarla.
La tormenta que se avecina
El clásico regio podría ser solo el inicio de un periodo complicado para los felinos. Se vienen partidos duros contra Mazatlán, Toluca y Cruz Azul, y basándonos en el rendimiento mostrado, no sería descabellado pensar que las derrotas continuarán. ¿Recuerdan el «fuera, fuera, fuera» en el Volcán? No es solo un eco de la frustración. Es un aviso de que la paciencia de la afición está llegando a su límite.
Paunović llegó a Tigres con expectativas altísimas, pero hasta ahora ha quedado a deber. No ha sabido implementar un sistema que funcione y, lo peor de todo, no ha logrado conectar con un plantel que parece estar desconectado. No se trata de perder un clásico; se trata de cómo se pierde. Y esta vez, Tigres fue superado en cada rincón del campo, algo impensable hace apenas unos meses.
¿Hasta dónde llegará Tigres en la liguilla?
Es evidente que este equipo calificará a la liguilla, pero lo preocupante es cómo lo hará. Si siguen mostrando este nivel, no pasarán de los primeros enfrentamientos. Equipos como América, Rayados, Toluca o incluso León están mejor armados, con más cohesión y claridad en su fútbol. Tigres, por otro lado, parece un barco a la deriva, sin rumbo fijo. La directiva deberá reconocer pronto que se ha equivocado con la dirección técnica, o se arriesgarán a que este torneo termine en fracaso total.
Conclusión: El aviso que no se puede ignorar
El «Efecto Fimbres» no es solo el nombre de un joven promesa, es el símbolo de una realidad incómoda para Tigres. Esta derrota de 4-2 es más que un simple resultado: es el reflejo de un equipo que está perdiendo su esencia. Si Paunović y la directiva no toman medidas inmediatas, esta temporada podría ser recordada como el principio del fin para un ciclo que alguna vez fue dorado.
El clásico regio nos ha dejado una enseñanza: cuando un equipo joven y hambriento te baila en tu propio patio, es hora de hacer cambios. Tigres está en un punto de inflexión, y el tiempo se les acaba.
La U, la U, la U… debe despertar antes de que sea demasiado tarde.