Veulliot escribió: “Ciertas cosas no se ven como deben ser vistas, porque las miran ojos que no han llorado.” Tal vez esta sea una de las paradojas de la depresión: el mismo sufrimiento sensibiliza a quien lo padece en grados extremos, llevándolo de la mano a la creatividad. Está muy cercana la Navidad. Además, con la pandemia del Covid-19, y el encierro que una gran mayoría ha padecido, es muy frecuente que la gente se deprima. Sin embargo, con un poco de voluntad y otro tanto de acción, esa depresión puede ser canalizada a la creatividad. No es necesario padecer depresión bipolar o depresión estacional para ser creativo, sin embargo, quienes padecen el trastorno bipolar, por alguna razón u otra, son más propensos a ser creativos.
Personajes depresivos creativos
Abraham Lincoln padeció desde la niñez depresiones nerviosas. No obstante, era demasiado creativo; creatividad que lo llevaría a la presidencia de su país. Sus biógrafos escribieron que, ya siendo presidente, en una de sus frecuentes crisis dijo a su secretario: “Si lo que yo siento fuera distribuido en la especie humana no habría ningún rostro feliz en la faz de la Tierra”.
Por otra parte, una figura sobresaliente del Romanticismo francés, el compositor Héctor Berlioz, fue calificado en su época como un “monstruo” y “supremo arquitecto del gigantismo musical”, luego del estreno de su hiperbólico Réquiem. Pese a la fuerza de sus creaciones, sufrió frecuentes episodios de depresión, que calificaba como “el más terrible de todos los males de la existencia”. Héctor Berlioz sufrió durante la mayor parte de su existencia de profundas depresiones. Con lujo de detalles, se refería a estas como efectos de una “melancolía activa, dolorosa y tumultuosa”, caracterizada por el hastío, la soledad, el letargo y la falta de sentimientos. “Nuevamente fui presa de esa espantosa aflicción-psicológica, nerviosa, imaginaria”, escribió en una ocasión, “El ataque cayó sobre mí con extraordinaria fuerza. Padecí horrores y me quedé gimiendo en el suelo, estirando los brazos con desamparo y tratando convulsivamente de arrancar manojos de pasto e inocentes margaritas de ojos bien abiertos, luchando contra la sensación aplastante de ausencia, contra una soledad mortal”.
Van Gogh: ¿esquizofrénico o bipolar?
El Dr. Juan Lozano Zárate, Neurólogo Certificado por el Consejo Mexicano de Neurología, Fundador de la Clínica de Miastenia Gravis, de la Asociación Jalisciense de Miastenia, Secretario de la Academia Mexicana de Neurología, y un apasionado investigador de este interesante tema, expone que: “No todas las personas que tienen problemas de personalidad son genios, ni todos los genios están locos, pero si hay una incidencia, desde el punto de vista psiquiátrico (…) Tomemos un ejemplo, hace tiempo tuve una discusión con algunos colegas respecto a las diferentes enfermedades que padecía Vincent Van Gogh; él pintor padecía de vértigos, epilepsia con crisis convulsivas y además padecía el Trastorno Afectivo Bipolar; los datos por los que insisto en que él padecía esta enfermedad es que tenía antecedentes familiares, sus hermanos Theo y Wilfermina estuvieron internados en sanatorios psiquiátricos y el hermano menor se suicidó”, señala el Dr. Lozano.
Por otra parte, otros especialistas de la salud mental aseguran que Vincent Van Gogh padecía esquizofrenia.
Los artistas depresivos, se mantuvieron con vida luchando con la enfermedad gracias al arte
Una de las interrogantes más famosas en la historia de la medicina y el arte, es la que relaciona al Genio y a la Locura; es tan antigua, que ya Aristóteles la planteaba en El hombre genial y la melancolía, y la búsqueda de la respuesta ha continuado hasta nuestros días. Un ejemplo de ello es la investigación “Creatividad y Psicopatología”, un estudio de 291 hombres famosos mundialmente publicado en el British Journal of Psychiatry (1994), en el cual se analizan las biografías y otros datos en la historia de grandes hombres, bajo la óptica de la psiquiatría y el psicoanálisis. Estas exploraciones nos indican que la actividad creadora guarda estrecha relación con la exaltación del ánimo, hermanada con la depresión, pero también pariente cercana de la locura, especialmente en que la obra de arte tiende a ser desbordada por la enfermedad. Sabemos, por el estudio de la vida de grandes creadores, que muchos de ellos han sido aquejados de problemas mentales, pero que gracias a su genialidad pudieron mantenerse con vida luchando con la enfermedad por medio del arte, hasta el día que esa llama se extinguió, sobreviviendo entonces el vacío que acabó con sus vidas.
El café de la noche
En palabras del Dr. José Manuel Sosa H., médico psiquiatra, egresado de la Facultad de Medicina de la UNAM y miembro de la International Member of American Psychiatric Association:
“El mundo psicoanalítico de Van Gogh era tan rico en matices como el colorido de sus cuadros. Lo desmesurado de su conducta rebasa los diques de la clasificación nosológica”.
La nosología es la rama de la medicina cuyo objetivo es describir, explicar, diferenciar y clasificar la amplia variedad de enfermedades y procesos patológicos existentes, entendiendo estos como entidades clínico-semiológicas, generalmente independientes e identificables según criterios idóneos.
“Únicamente a través de sus biógrafos y de su obra podemos vislumbrar sus estados de manía y depresión mezclados en una extraña compulsión emocional y psicológica. En uno de sus cuadros más difundidos, El café de la noche, se observa la ausencia de figuras humanas en las primeras mesas, que destacan por su intenso colorido; sólo al fondo se encuentran siluetas de parroquianos, tímidas figuras humanas de colores menos intensos”, manifiesta el Dr. Sosa.
Euforia, melancolía y nihilismo
Aquí ya existen rasgos de nihilismo (doctrina filosófica que considera que al final todo se reduce a nada, y por lo tanto nada tiene sentido). Además, Van Gogh pinta bosques con abundantes árboles, vida vegetal y, al mismo tiempo, tapiza el suelo con hojas amarillentas, moribundas. No existe ninguna figura humana, ni animal alguno. Estas observaciones interpretadas a la luz psicoanalítica nos hacen pensar en esa mezcla extraña de la euforia, melancolía y nihilismo. Cabe señalar que a Van Gogh, a los veinte años, le nace la pasión por la pintura. Conoce en París a los grandes maestros del pincel y los estudia a fondo. Súbitamente deja París y regresa a su natal Groot Zunder, en Holanda, ahí se sumerge en profundas meditaciones religiosas y se convierte en un fanático de la lectura sobre arte. Se observa en él una actitud cambiante, profundamente inquieta, como si buscara afanosamente la paz interior de la cual carecía.
Vivió en la miseria, ahora sus cuadros valen millones de dólares
En cartas dirigidas a su hermano Theo comentaba que asistía a los cursos gratuitos de la ‘universidad de la miseria’, donde compartía hambre y pobreza constantes con los mineros de la región, al grado que su salud física y mental se deterioraron considerablemente. Según sus biógrafos, fue ahí donde sufrió por primera vez una crisis nerviosa, aunque podríamos suponer que en realidad fue la primera crisis depresiva. Era enfermiza la profunda dependencia de Vincent hacia su hermano, quien siempre lo apoyó tanto económica como emocionalmente. Era Theo quien vendía los bocetos que Vincent le enviaba, lo cual constituía la paradoja artístico-financiera más insólita de la historia del arte, ya que las monedas que el genio maniaco depresivo percibió fueron lo único que tuvo por sus obras; en cambio, en la actualidad, esas creaciones del genio holandés están cotizadas en millones de dólares.
La oreja de Van Gogh
Vincent no fue afortunado en las cuestiones amorosas, se enamoró de varias mujeres que lo rechazaron; al parecer la única que le correspondió fue Margot Begemann cuyos padres se negaron terminantemente a cualquier relación de su hija con el pintor. La muchacha intenta suicidarse y Vincent, sumamente afectado por la decisión suicida de su amada, (que coincidió además con la muerte de su padre), huye a París a refugiarse con su hermano Theo, quien trabajaba como director de una galería de arte. Ahí se relaciona con Tolouse-Lautrec, Pissarro, Seurat, Signac, Emile Bernard y Gauguin, con quienes participa en las discusiones sobre el surgimiento del llamado impresionismo. Habiendo intimado con Gauguin, se marcha a Arles, donde ambos pintores viven meses de gran productividad. Sin embargo, su relación se deteriora cada vez más, debido, sobre todo, a la proclividad de Vincent a la depresión; incluso, en un arranque hipomaniaco, fuera de sí, en una ocasión atacó con una navaja de afeitar a su mejor amigo, posteriormente, cuando recobró la cordura, le invadió un gran sentimiento de culpa y optó por autoagredirse mutilándose el pabellón de una de sus orejas, mismo que enviaría a una prostituta amiga suya.
El campo de trigo con cuervos
«La psicosis maniaco depresiva se manifestaba con gravedad. Paradójicamente, los críticos consideran que su obra de esa época era la más valiosa: conforme sus llamadas ‘crisis nerviosas’ iban en aumento, mejor pintaba. Pero también hubo necesidad de internarlo, pues dichas crisis se tornaban cada vez más frecuentes. Por tal motivo se le internó en el asilo de Saint-Remy de Provence, donde en unos cuantos meses pintó más de ciento cincuenta cuadros. Aquí plasma Los cipreses, obra donde evidencia que su tensión emocional marca el ritmo convulsivo de las pinceladas, que parecen agitar las ramas de los cipreses y hacen temblar el cielo. En su último Autorretrato expresa la transformación interior que su rostro ha sufrido por la inquietud interna que le produce la psicosis que padece», puntualiza el Dr. José Manuel Sosa.
«Han quedado atrás los vivos tonos de sus girasoles y le sustituyen los tonos apagados que reflejan su absoluta soledad y su gran melancolía. Después de su estadía en Saint-Remy se traslada a Auvers, para ser tratado por el famoso doctor Gachet, y nuevamente su fase maniaca le hace producir setenta cuadros, sobre todo paisajes donde pareciera buscar la paz interior que nunca encontró. Veinte días antes de su muerte pinta con marcada furia El campo de trigo con cuervos, y un hermoso día veraniego, la melancolía y la profunda tristeza depresiva le dejan un hálito de energía suficiente para dispararse un balazo en el corazón. Agoniza dos días y muere ante los azorados ojos de Theo y el doctor Gachet», concluye,