Lamentablemente, de nuevo el mundo vuelve a sufrir ante un atentado terrorista. Perpetrado por un fanático de la ideología supremacista blanca, cruelmente asesinó a 49 personas inocentes en Nueva Zelanda con un arma de fuego de alto poder.

La supremacistas blancos erróneamente creen que las personas de piel blanca son “superiores” en muchos aspectos a las de otras «razas», por lo tanto, deben ser dominantes con ellas y suprimirlas. Es una creencia totalmente falsa que ha sido refutada y descartada de múltiples formas, hasta por la biología misma.

El problema es que las autoridades gubernamentales siguen sin hacer nada en contra de los grupos o individuos que profesan algún tipo de fanatismo hacia alguna ideología extremista o radical. Debemos recordar que las personas son dignas de respeto, pero las ideologías no, y mucho menos las que son de carácter ilógico e irracional.

En otros lugares ya hemos visto las lamentables consecuencias de no controlar a los fanáticos religiosos o políticos. Han causado grandes masacres e, incluso, han impuesto dictaduras tiranas enfocadas en la sumisión del pueblo, generando una miseria en toda su comunidad.

Ya se ha tenido la experiencia de este tipo de individuos, los odiadores, pues no merecen el apelativo de persona ni el de ser humano, son viles bestias. No me refiero a los “haters”, de los que tanto se quejan los “influencers”, “youtubers” y demás opinólogos sin experiencia en el manejo de masas y público, sino a verdaderos agentes de odio xenofóbico, esos que sí matan gente.

No importa la ideología, las personas que quieren someter a sus dogmas o cultos a los demás son un peligro real. Quieren poner a “consulta ciudadana” las libertades, derechos, garantías e incluso la dignidad de las demás personas, cuando esto no se debe poner nunca a votación.

Un lamentable ejemplo son los grupos político-religiosos que están en contra del matrimonio igualitario y de sus derechos (adoptar, abortar, etc.). Son grupos de odio disfrazados de falsos representantes populares.

Todos tienen derecho a creer en lo que quieran, pero no a dañar a otros basándose en sus ideas. La misma libertad de expresión tiene límites, y son la dignidad, derechos y libertades de los demás. No hay que ser “políticamente correctos” para esto, solo hay que ser honestos, francos, y utilizar el raciocinio con lógica.

Tus libertades terminan donde comienzan las de los demás. Es algo que debes aprender si quieres vivir en la sociedad moderna, y si no te gusta, vete a una isla sola y abandonada, donde no molestes a nadie.

Tus creencias (religiosas y políticas) no valen nada si la evidencia y las pruebas señalan todo lo contrario a ellas, así de simple.

El mundo debe de erradicar el fanatismo de la sociedad, enseñar que los valores y virtudes humanas no son opcionales, es algo que todos tenemos que aplicar en la vida real si queremos que la humanidad avance y se desarrolle con prosperidad, paz y armonía.

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