El autor de esta interesante biografía escribe: “Una más de las dificultades con que se topa quien hace la biografía de Sor Juana es, precisamente, su casi indudable condición de ilegitimidad. A pesar de lo que hemos visto antes, poseemos el testamento de Isabel Ramírez, su madre, en el cual dice: ‘declaro que yo he sido mujer de estado soltera y he tenido por mis hijos naturales, a Doña Josefa María y a Doña María de Azuaje-no es Asbaje- y a la Madre Juana de la Cruz, religiosa del Convento del Señor San Jerónimo de la Ciudad de México […] Y asimismo, declaro por tales mis hijos naturales a Don Diego Ruiz Lozano, a Doña Antonia y Doña Inés Ruiz Lozano.’
“Hay un epigrama muy citado donde la Décima Musa parece
admitir haber estado al tanto de ello (amp, núm. 95):
El no ser de Padre honrado,
fuera defecto, a mi ver,
si como recibí el ser
de él, se lo hubiera yo dado.
Más piadosa fue tu Madre,
que hizo que a muchos sucedas:
para que, entre tantos, puedas
tomar el que más te cuadre.
Ambos escritos contradicen las expresas deposiciones sorjuaninas en torno a su legitimidad y, en este último caso, nos hacen dudar sobre cuán conocida fue su bastardía. Evidentemente, la monja admite aquí «no ser de Padre honrado», más lo hace por escrito, lo cual, además, resta intimidad a la cuestión. Parece indudable, pues, no sólo que Sor Juana supo que era hija natural, sino también que no se trató de un secreto familiar. ¿Cómo, luego, compaginar entrambas cosas, sus declaraciones de legitimidad y la aceptación escrita de su bastardía? Quizá el quid del asunto se encuentre en el momento en que tuvo noticia. Tal vez hubo un tiempo en que se creyó hija legítima de Pedro de Asbaje y luego vino, en palabras de Alfonso Méndez Plancarte, la «dolorosa revelación».
La respuesta del obispo
De acuerdo a Soriano Vallés, la biografía de la Décima Musa contiene todos los documentos que se conocen hasta el día de hoy; no es la primera vez que aparece, la anterior se publicó en 2010. La biografía contiene, entre otros documentos, unas cartas que le envió el obispo de Puebla a Sor Juana. Una de ellas, la carta de Puebla, es la contestación a la autobiografía de San Juana. Ese documento, por sí mismo es valiosísimo, porque demuestra cuáles eran las relaciones de Sor Juana con el clero: eran de amistad, no de enfrentamiento, como se ha venido diciendo. No se puede dejar de mencionar en la autobiografía de Sor Juana, sin hablar de la respuesta del obispo (que es la carta de Puebla, dos complementarias), que en ella leemos muy bien que el obispo le va aconsejando a Sor Juana y va recorriendo los libros, preguntas y pensamientos que ella le propuso en su autobiografía.
“Hombres necios que acusáis…”
Otro de los documentos, es una cláusula y testamento del padre José de Lombeyda, que es amigo de Sor Juana desde muy tierna edad y prueba que no le quitaron sus libros, como se ha venido diciendo, sobre todo, en el libro de Octavio Paz; sino que ella los regaló, para ayudar a los pobres, porque así lo quiso. En esa cláusula se dice claramente que Sor Juana le dio los libros al padre Lombeyda para que los vendiera. Por consiguiente, estos dos documentos faltan para que dicho texto sea valioso; de todas formas, el libro contiene toda la información que se conoce tanto de su obra como de su vida. Por otra parte, la redondilla “Hombres necios que acusáis…” aborda el tema del trato desigual de la mujer por parte de los hombres y de la sociedad. Asimismo, Sor Juana escribió otros poemas en donde critica a las mujeres, de tal forma que, lo que podemos ver, no es solo una actitud crítica hacia los hombres, sino una actitud crítica de la naturaleza humana en general, y desarrolla una crítica tanto de los vicios que ve en los hombres, como los que ve en las mujeres. En un poema critica a las mujeres como superficiales, manipuladoras y de aprovecharse de su belleza. Sor Juana es un ser humano que está muy consciente de las fragilidades de los hombres, por lo tanto, no la podemos catalogar solo como crítica de la misoginia, sino también crítica de las debilidades femeninas.
Sor Juana, un ser privilegiado
La “Décima Musa” narra en su autobiografía que, cierto día, acompañó a su hermana mayor a la escuelita -así le decían a la escuela de párvulos- y, cuando vio que le daban la lección a su hermana, se “encendió” el deseo de saber; le dijo a la maestra que su mamá le había dicho que también a ella le tenía que dar la lección. “La maestra no me creyó -escribió Sor Juana-, pero también me dio la lección.” Y aprendió tan rápido que cuando su mamá supo que sabía leer y escribir se sorprendió. Por otra parte, el padre Diego Calleja afirma que, entre los 6 y 7 años, se estrenó públicamente como poetisa. No había cumplido los 8 años cuando le ofrecieron como premio un libro y compuso una loa al Santísimo Sacramento. De modo que ella escribió su poema antes de los ocho años.
Defensora de los derechos de las mujeres
En su autobiografía, Sor Juana dice que las mujeres no son inferiores al hombre ni en inteligencia, ni en su capacidad de aprender; crítica a los hombres que creen que, nada más por ser hombres, son superiores a las mujeres, pero lo hace en un marco desde donde dice que no está bien que los hombres desdeñen a las mujeres por el entendido que hay de las cercanías con maestros varones. Por consiguiente, ella propone que haya mujeres ancianas sabías que eduquen a las niñas. Más bien, lo que Sor Juana estaba haciendo era presentar el derecho que tiene la mujer a ser educada, que, de hecho, muchas lo estaban. Las mujeres no eran ignorantes, sobre todo, las mujeres de la clase alta tenían una educación esmerada. No obstante, muchos hombres opinaban eso, pues estaban convencidos de que las mujeres también tenían derecho de a la educación. Repito, ellas mismas repiten, el mismo marco, que no era moralmente correcto que hombres enseñaran a jovencitas.
Una anécdota equivocada
Alejandro Soriano relata que, la mayor parte de los libros que sostienen que Sor Juana se vistió de hombre para ingresar a la universidad, narran una anécdota equivocada. Lo que ella dice es que, cuando ella era pequeña y escuchó que había universidad, le pidió a su madre que la vistiera de hombre para ingresar a la universidad, pero nunca lo llevó a cabo; fue la ocurrencia de una niña que anhela su deseo de saber. Algunos autores refieren que Sor Juana ingresó a la corte del virrey Antonio Sebastián de Toledo, y que su esposa, Leonor de Carreto, la escogió como su dama de honor y la llevó a vivir a palacio, donde destacó no sólo por sus conocimientos, sino por su gracia y belleza. Asimismo, más de uno aseguran que entre ellas hubo una relación sexual. Sin embargo, Alejandro Soriano no defiende esta postura, pues era la relación entre una mujer mayor, entre 40 y 50 años, y Sor Juana, que era una muchachita de 14 o 15 años.